
kreanto
Narrativa
erótica de lo cotidiano

MARYHIEDRA
El cisne de Saint Saëns y tú
No hay nada que estimule más mi imaginación que el cruce de miradas con un desconocido atractivo. Mi cerebro se dispara proyectando un corto romántico-sensual en el que protagonizo una aventura en dos actos: encuentro y despedida.
Es cierto que el mercado de los hombres está muy mal. No frecuentamos los mismos circuitos los tipos interesantes y yo…no se anuncian en el tinder ni en el meetic ni van a bailar bachata pero pueden estar en cualquier sitio y aparecer de repente.
Ayer, buscando aparcamiento, un hombre atractivo me cedió su plaza cuando se iba. Hubo un cruce de miradas de un coche a otro, un gesto de agradecimiento, una sonrisa de aceptación y un disparo proyectado al futuro en forma de historia.
Aparco. Él se ha quedado intrigado con mi sonrisa de Mona Lisa y vuelve para encontrarse conmigo. Sabe que he entrado en el recital. Me he sentado en una esquina alejada y tengo a mi lado varios asientos vacíos. El violín es tan sublime que cierro los ojos para flotar con la melodía. Una mano cálida se posa sobre mi mano y el roce es tan exquisito como la música…
Estoy dentro de esa historia que siempre sueño, el instante mágico que me transporta a la época romántica de mi juventud. No quiero abrir los ojos y darme cuenta que lo estoy imaginando pero el calor del roce de sus dedos sobre mi piel ya va recorriendo todo mi cuerpo. Está ahí, es real. Se ha sentado a mi lado y me sonríe.
Es tan extraordinario que un desconocido se atreva a esta proximidad que necesito abrir los ojos para romper la ensoñación. Está aquí, mirando a los músicos, disfrutando del momento y de mi desconcierto, tranquilo y seguro porque no le he rechazado.
Respiro profundo y me entrego al placer de su cercanía. La película ha empezado. Salimos de la mano entre la multitud que abandona el auditorio. La noche se hace cómplice de nuestro abrazo. Me he detenido para mirarle y me entrego a sus ojos verdiazules, a su mirada curiosa. Su boca está pidiendo un beso largo y profundo pero no me acelero. Me intuyo como el Titanic ante el iceberg. Sé que voy a hundirme en su nombre para siempre. Entonces él, con una lentitud que me desespera, con una ternura que me calcina, me envuelve en sus brazos y me acaricia la cabeza como si fuera una deidad aparecida. Cuento los segundos que pasan hasta que su boca se apodera de mi boca y me sumerjo en el beso más embriagador que he tenido nunca.
Quiero quedarme en este beso para siempre. Sus manos siguen deslizándose por mi cuerpo y yo sólo quiero meter la mías por su bragueta. ¡Dios! ¡He encontrado mi Pigmalión! ¡Quiero ser tu barro, tu bronce, tu mármol! Moldéame, hazme tuya, viérteme, habla!!! No. No hables. Sólo bésame. Que tu lengua dibuje poemas. Sé que estoy perdida ya en ti. Ni siquiera el frio roce de tu alianza en mi pecho me detiene.
Entro en el laberinto de esta pasión aun sabiendo que me perderé.
Sigo sentada sola en los teatros. Sigo cruzando miradas con desconocidos y sigo esperando un beso que iguale los tuyos.
Aquí sigo, pronunciando tu nombre cada vez que el violín hace volar al Swan de Camille.
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