kreanto

Narrativa

erótica de lo cotidiano

MARYHIEDRA

La carnicería de mi barrio

La indiferencia es la sábana con la que me cubres cada noche y, por eso, yo sueño sin ti. Sueño que voy a la compra y el carnicero no tiene la cola de costumbre, que me desespera. Soy la única clienta y al pasar cierra la puerta tras de mí. - ¡Mira que suerte has tenido! Hoy eres la clienta número 9 mil 696 y eso tiene un premio especial… ven a elegirlo. Le sigo curiosa pensando qué me habrá tocado, esperando que no sean codornices que desplumar…pero, ¡Cuál será mi sorpresa cuando se detiene frente a tres adonis desnudos que me miran como si fuera yo su pastel favorito! y que nada más tocarlos, uno a uno, me regalan la espléndida excitación de sus pollas. ¡Por algo es ésta mi carnicería favorita! Aquí el género siempre es de primera, trazabilidad garantizada y producto nacional… ¡que ricos! - Toca, toca- dice mi charcutero- puedes probar antes de decidirte. Y en ese momento yo caigo de rodillas como en éxtasis y voy saboreando una a una esas chistorras que no se parecen en nada a la de mi marido. Agarro las de los extremos y me deleito en el dulce sabor de la del centro. La rechupeteo y, con suave presión, masajeo y acaricio las que tengo agarradas, confirmando su firmeza, tersura y resistencia…. El ritmo de sus jadeos me aceleran y me embriago con esta cata improvisada, pasando mi boca de una a otra. -¡Ay, señor, no sé por cual decidirme!- Le digo a mi carnicero, pero él también está entregado al frenesí del festín llevando su mano a una velocidad vertiginosa sobre su propia morcilla. Uhmmmm, yo sigo saboreando las tres, alternativamente, hasta que dos de ellas dejan escapar el zumo de su orgasmo. - Me quedo con ésta -le digo a mi complacido dependiente- sujetando firmemente a la elegida que sigue dura y enorme en mi mano. Y me la llevo a casa. Cuando llegamos, mi premio me quita el vestido, me baja las bragas y cayendo ésta vez él a mis pies comprueba el grado de calor y humedad que hace ya rato me derrite la entrepierna. Se ve que tiene hambre. Su lengua explora y juega, entra y sale, mide el terreno y cuando lo ve seguro y preparado embiste como una fiera con rítmicas secuencias acompasando mis jadeos a sus empujes y cuando parece que todo va a terminar se tumba, ofreciéndose en sacrificio, para que yo cabalgue y domine con mi ritmo en busca del máximo placer. Así troto como una amazona liberada hasta que un grito triunfal se escapa de mi garganta y me tiro del caballo, agotada. El grito me despierta y aunque tú me has quitado la sábana, la sonrisa permanece en mi cara. Vuelvo a dormir mojada y feliz, mientras tú roncas, indiferente, a mi lado.

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