
kreanto
Narrativa
erótica de lo cotidiano

MARYHIEDRA
Piérdete
Llegaste a mí desde una llanura inmensa y monótona buscando la emoción de las cumbres. –“Soy un paisaje volcánico”- te dije- El fuego subyace en mi interior. Y tú, como un explorador intrépido, te adentraste en mí provocando geiseres con la inagotable tenacidad de tu lengua. Reconozco el placer nuevo que me invadía cada vez que te deslizabas sobre mi cuerpo dejando un rastro de saliva y besos. Inmóvil y silenciosa, como la tierra antes de un seísmo, me abandonaba al temblor incontrolable de tus sacudidas certeras.
El agua y el fuego provocaban entonces en mi vientre un maar emergente que afloraba cada vez que tú te arrodillabas ante mí. ¡Qué mejor oración para ofrecerte que la letanía de mis suspiros y jadeos hasta el grito final de rendición! Pero aún rendida tenía fuerzas para agotarte y entonces era yo la que ponía en marcha el volcán de tu sexo con sólo rozar mis pezones sobre tu espalda, con mis manos traviesas acariciando, mordiendo y saboreando con hambrienta glotonería tu magnífica excitación.
Activarnos juntos hasta estallar ha sido un juego practicado espontáneamente, en cualquier lugar, sin temor a ser descubiertos, mi mano en tu bragueta, la tuya en mi pecho… bajo el sol, bajo la luna o las estrellas…en plena calle o en un concierto…puro deleite morboso.
Has jugado a ser el amante perfecto pero te has perdido varias veces… ya no te espero.
No eres Teseo en el laberinto ni Heracles victorioso. Te creí mi héroe y no has sido más que un salvaje hambriento, un oso goloso buscando la miel escondida.
Ahora te reclaman desde aquella llanura conocida que transitabas sin esfuerzo, como un peregrino que no necesita vitaminas ni minerales para llegar al final del camino. Vete. En este territorio ya no se aceptan rehenes ni cautivos.
No me confundas, no soy margarita (ahora sí, ahora no). Soy edelweiss y a mi cumbre no llegas. Tal vez cuando vuelvas a tu Edén perdido, ese del que escapaste por aburrimiento, recuerdes como fluías ante la voracidad de mi boca. Éramos animales en celo. Ni oso ni león despertará ya en mi cama.
Regresa y no mires atrás. Para subir a mis montañas tus botas de llanero no sirven.
Vete, no vuelvas. Yo colgaré el cartel de: “Se buscan alpinistas sin miedo al vacío”.
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